domingo, 19 de julio de 2015

El antifaz


Tordillo por parte de madre y casco alegre por parte de padre, Marcos creció en la caballeriza sin saber para donde tirar. Unos, los más avezados en el galope mundano le sugerían que tirara para el cerro, aunque fueran para los Cerros de Úbeda, otros, más nacionalistas, lo animaban a que tomara las de Juan Diego. 
Indeciso, Marcos, quedó asustadizo, circunflejo, sin darse cuenta si la situación era grave o aguda. No le valieron su crin al aire y sus antecedentes de cuarto de milla ganador. Mortificado de cabeza a rabo comenzó a tener una vergüenza enfermiza hasta el grado de ponerse un antifaz para disimular sus llorosos ojos.
Un día, al oír el sonido de una trompeta, algo se revolvió en su lomo. Una intempestiva necesidad de unirse a esas notas lo transformaron. Su parentela presumían el llamado del Gran Derby de Kentucky, al que sus ancestros asistían con regularidad. Marcos, fascinado con la banda de jazz, la siguió por toda la ciudad y se hizo muy amigo del trompetista, que lo adoptó como caballo de compañía.
Marcos nunca se quitó el antifaz, ahora temeroso de que reconocieran su vida pasada.

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