viernes, 5 de febrero de 2016

Un Oporto



La imaginación alza las ciudades. 
Se superponen las imágenes
en un sólo espacio. 
Una sobre otra crecen hacia arriba. 
No se camina. 
Es imposible. 
No hay lugar para el primer plano. 
La perspectiva,
es un fantasma constructivo. 
De todos los cementerios presentes 
Oporto emerge 
al percibir el olor a humedad,
siempre al pie 
de la náusea y la súplica
del río para ser mirado.
Uno mira y sueña con las risas antiguas
y la sombra de los amigos siguen sombras.
Uno respira el viento
en la Torre de los Clérigos,
Ribeira cuelga al amparo de Duero
y el camino hacia el mar 
atraviesa el Puente D.Luis.
La Rua Oscura se ilumina al alba
y la Sé catedral testifica
los picotazos del tiempo hecho gaviota.
Las ciudades se tatúan en los ojos
como si ellos fueran los dueños
únicos del recuerdo y del veneno.
Sigue la metralla de rumores.
Comienzan en la Calle de Mesones
y se acurrucan en la Rua Taurina.
Una misma ciudad mental
con mucho, muchos nombres.


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