lunes, 31 de julio de 2017

La creadora


Lo llevó en el vientre como el camafeo deseado. En mayo le fue naciendo el amor como yerba mala. La dejó crecer. Como una ancha gota de flor que palpita y se abre, fue creciendo caliente. Le cantaba y modelaba con la voz y hacía de su carne el material dulce que le aturdía la fe y sus sentidos. Virginal resplandecía. Cargaba un fruto construido, sólo de ella. Con la fiebre del artista, besa esa evidencia solitaria, esa jubilosa materia que asciende  de su seno. Que reina se sentía. Se acunaba fulminada en la noche para cosechar esos río subterráneos de la memoria. Era un horno de pan su seno, deliciosos y desbocado e interminable en su holgura. No quiere que se rompa la fuente, quiere quedarse con esa curva frágil de la vitalidad. Ella hace la casa con su cuerpo, se fermenta y se renueva, como la cueva roja del primer fuego. Perversa, se hunde en su egoísmo hospitalario y como maga, enciende el universo, el único universo válido que vaga. Vaga. Sólo vaga.

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