viernes, 27 de abril de 2018

El Señor Bien


El mal que escondía en su oreja izquierda le perturbaba. Fue tanta su tenacidad que logro transformar esa cerilla. Después descubrió que tenía ojos muy pequeños, estaba tan triste que buscó un antifaz. El disimulo no es lo suyo pero viendo las circunstancias, buscó mitigar la grandeza de su boca. Se lamentaba ser un cualquiera. Estaba tan inquieto que le parecía su persona y su vida una inmundicia. Quería ser un a persona auténtica, fino, guapo, educado y con una respetable opinión de los otros. Comenzó a decir a las personas que todo estaba bien. Que los horrores, las garras la insolencia humana era pasajera. Para demostrarlo, se dejo arrancar las cejas y las pestañas. Comenzaron a ponerle sobrenombres, a pintarle la cara; a ponerle sombreros ridículos. El se sentía querido, acompañado. Todo esta bien, decía. Sólo hay que adaptarse.

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