lunes, 18 de noviembre de 2013

Calatrava I


En la pubertad del cielo, los contrastes perfilan el esplendor de las líneas rectas. La estación oriente donde el convoy de trenes llega al Parque de las Naciones, el paisaje de Calatrava se eleva en el voceo del aire. Lisboa parece otra, con una novedad que le es extraña. Las montañas son metálicas y su alfabeto es duro. Se cuelgan los tatuajes de la noche anterior para que una cascada de luz los reinvente. La obsesión no acaba nunca y se cuenta a sí misma una y otra vez como si arara todos los días su reinado. Las sombras y la luces se afilan y van al encuentro de un aquí que no se mueve. Parecen colmillos sus soportes y sus huesos inquebrantables forman un lenguaje que se fractura al no encontrar su centro. Nos parece, al sentir la cercanía del río Tejo, que una gran embarcación está a punto de zarpar, sonámbula, persiguiendo su propia estructura. Perdida en su propia inmensidad.  


Sergio Astorga Fotografía entrada a la estación Oriente. Lisboa.

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