sábado, 22 de agosto de 2015

Escuché el sonido de los insectos



Escuché el sonido de los insectos,
y se pegó a mi lengua
la perfección del movimiento. 
Las invocaciones regresaron,
fermentaron los recuerdos de la lentitud. 
Cruje el tránsito del aire. 
El espesor del sonido 
reúne la yerba con la mirada. 
El interior del día es violento
no hay sitio donde poner las creencias. 
La deserción tiene cabida con la edad. 
Las ciudades cambian de lugar
y el furor del viaje amordaza. 
La verdad no es necesaria en la opacidad. 
El descanso se acerca, 
la retirada a ese nicho de blancos y negros.
El ruido pesa y la fortaleza es suicida.
Dulcemente la sangre gotea
y se magnifica la imprudencia. 
Se coagula de fértil aislamiento.
La dulzura existe calcificada.
Agotado el gusano, 
se refugia en su amarillo corazón.
Sin pensamiento.

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