jueves, 10 de agosto de 2017

Los Quevedo


Los Quevedo dejaron su patria tibia donde nacieron y se fueron a anudar su silencio en ese hueco donde se incorpora el frío de las frases que nunca se comprendieron en su momento. Lucharon con el ángel del sueño y salieron triunfantes y se estrecharon todavía más y siguen todavía.
Vienes a mí, le decía el señor Quevedo, con tal levedad que es un milagro oír tu voz en tus pupilas. 
La señora Quevedo, decía que tenía tan honda calma, que sentía la reencarnación viva de las cosas, cuando una palabra definía ese minúsculo universo dentro de casa.
Una larga y polvorosa ruta vivien juntos. El bigote bullidor y el festín de holanes lograron hallar una sonrisa, esa sutil manera de ayudar a la brisa.
Nada hay que contar que no sea el potente celaje de los que viven juntos. Hasta el vuelo del insecto respeta la fruta partida y los líquidos derramados de tantos días para los tránsitos futuros.

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