lunes, 4 de diciembre de 2017

Wilfredo


Su papá no era goldo era delgado, decía con ironía. Al principio el odio lo llenaba. No sabía porqué decidieron ponerle Wilfredo. Ha sido un martirio, en casa y en el barrio lo llamaban Willy, aunque sabía que no era Memo. Su martirio se reavivó cuando entró a la escuela. En quinto grado lo pronunciaban con una V alta y sonora. Le gustaba ese sabor germánico en su persona, pero en el nono año, su profesor de inglés lo pronunciaba con u  o con gu. Todo su heroísmo wagneriano se derrumbaba y le disgustaba que lo confundieran con un pilgrim. Nadie tiene una doble U en su nombre, lo consolaba su madre.
El colmo de males se presentó al entrar en la Facultad de Veterinaria y Zootécnica.  Sus compañeros de clase decidieron evitar confusiones y aplicar las siglas en toda comunicación. Uno de sus apellidos, el materno, es Castillo.
Para darle ánimos, yo le digo mi quinto Pichichi Water Klose. Él me abraza y me dice: pinche enano. 
Eso no es bullyng, ¿verdad?

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