lunes, 16 de diciembre de 2013

Entrecortado


El nombre llego comedido con sus cuatro vocales partidas. Lo pronunciamos como la lluvia que cae y bautiza los cristales por fuera. Varias veces se empañó su recuerdo pero lo rescatamos todos los años el día de San Justino. No hay manera de perderlo.

La historia es trunca, Doña Pina, con su permanente moretón en el ojo izquierdo, contaba su historia a retazos como queriendo evitar lo que todos supimos.

“Me dijo que volvía el martes y ya desfilaron cuatro años” Doña Pina nos contaba muy tranquila, sin sobresalto, con la sonrisa doméstica de la que ha perdido a su marido. “Miren, hasta dejó la guitarra. Ya extraño esos gorgoritos de canario. Lo malo era cuando bebía, se le perdía la horma como a esos zapatos, esos, que están allí debajo de la cama”.

Llevamos cuatro años visitando puntualmente la casa de Doña Pina, el día de San Justino. Llegábamos de metro. Nos bajábamos en la estación Isabela Católica, y mientras caminábamos hacia la calle de Bolívar, dábamos nuestra versión de los hechos. Cada año llegamos a una conclusión distinta. Que si lo acuchilló; que si Justino se fue con la vecina; que si lo secuestraron. Debía de tener sus buenos ahorros, sino cómo se explica que Doña Pina no pasara angustias. Este año acordamos, al llegar a la puerta de su casa frente a la Iglesia de Regina en la calle del mismo nombre, preguntarle a boca jarro, sin darle oportunidad de chistar, si ella había matado a Justino.

Al abrir la puerta, Doña Pina nos saludó con su anual pachorra. Nos invitó a sentarnos a la mesa y después de las alusiones habituales a la memoria de Justino le hicimos la pregunta que tanto ansiábamos decir. Doña Pina, con aire muy digno, tuvimos que admitir, no se sintió aludida, nos dijo pausadamente que comprendía los rumores y las dudas que andaban por ahí, pero, que ya el dolor de la ausencia le era suficiente para todavía acreditar en habladurías. Sin esperar replica, fue a la cocina y regresó con un plato de guisado de carne con verdolagas, el mismo guisado desde hace cuatro años.


Al salir de la casa decidimos, por el bien de nuestras cabezas, que el año próximo, cada quien llevara su propia comida. 

Sergio Astorga Acuarela/papel 20 x 30 cm.

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