La puesta en escena prende fuego de oro y plata en los lomos del primer actor. Injerto de bravura pisa la arena dura y de rodillas el rayo de grana deja gloria tras su bufido de percal en su frente lidiadora. Somos clarines en bandadas convirtiendo en banderola el valor de limón y canela. Sanguinarios como todos nuestros días, la mora lidia con la sombra el sudor de la gracia. El primer acto gladiador nos recuerda la crudeza del nacido sin oro y plata, sólo el llanto en carrusel. Eso nos cautiva. Ese ruedo de luna girando con la alegoría del que se quita el sombrero en el segundo acto. La espada apaga los faroles y los jinetes ya no suben al monte. El aplauso corona el último acto como si la verbena de voces entrara de puntillas por la puerta partiendo plaza, traspasado.
Karla Arroyo Calderón
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Karla Arroyo Calderón (Ciudad de México). Radica en Cuernavaca, Morelos.
Sus textos se han incluido en diversas antologías de editoriales y revistas
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Hace 16 horas.
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