Gemma me lo ha dicho: que vislumbras la posibilidad de visitarme, Juan. ¡Una inmensa alegría me recorre solo de palpar esa posibilidad! Ha sido una larga lidia en donde yo he fracasado por perderle la cara a la situación, acobardarme y brincar las tablas. Mis miedos a dar el paso, mi pánico escénico, esa manera mía de sabotear la felicidad. Arrastro un pasado con mala nota de tienta y no me lo puedo quitar de encima. -Muletazos de castigo tienes que dar para defenderte de la mala leche- me decías cuando te dabas cuenta que mi familia me maltrataba. Yo te culpaba. No entendía que no puede uno ser parida todo el tiempo como si nunca tuvieras libertad. Uno se acostumbra al castigo y manda un gañafón con el primero que se pone enfrente. El primero eras tu y hacías la suerte del Tancredo, sin moverte, esperabas que pasaran mis furiosas embestidas. A veces, y no te culpo, dabas un cuarteo y me ponías unas palabras que parecían banderillas de fuego. Me dolían y mucho, pero ahora sé que estaba codiciosa y no dejaba reponerte. Por eso cuando me dijo Gemma que podías venir, ha salido el sol en mi plaza. No se lo he dicho a mi madre, ya lo sabes, ella te odia porque compite conmigo y piensa que yo tengo que estar en el corral pastando y rumiando mi desgracia de mujer. Ahora comprendo cuando me decías que el triunfo o el fracaso depende del dominio de la situación; que no todo es torear bonito, que se pasa mucho miedo, que se traga mucha angustia y que la faena la tienes que hacerla sola y si es posible en el centro del ruedo. Ahora sé que uno debe querer a un hombre que se planta enfrente del peligro y que esta dispuesto a hacerte el quite con su propio cuerpo para salvarte. Ahora no se que hacer. -Uno tiene que aprender a tiempo - me explicabas simulando un pase natural- el toro te avisa cuando te va a dar la cornada, es un acto de nobleza, te avisa dos veces y si no lo atiendes te mete el pitón sin piedad. Todavía no aprendo, por eso tengo el alma llena de cornadas.
Por eso me vine al mar porque aquí me pierdo, me hipnotiza el horizonte y parece que mis recuerdos pueden estar libres de mis propios reproches.
Te respondo Juan. Te recuerdo. No supe ver lo que intentabas, lo que me querías. Yo pensé que me pretendías aislarme de mi manada y no era así, querías enseñarme sangre nueva, noble y fina.
Te recuerdo Juan y no te culpo si no vienes. Aquí te imaginaré de torero marino encerrándote con seis mozos de agua.
Gracias Gemma y dile a Juan que ahora todos los chocolates ya son de él
Sergio Astorga
Por eso me vine al mar porque aquí me pierdo, me hipnotiza el horizonte y parece que mis recuerdos pueden estar libres de mis propios reproches.
Te respondo Juan. Te recuerdo. No supe ver lo que intentabas, lo que me querías. Yo pensé que me pretendías aislarme de mi manada y no era así, querías enseñarme sangre nueva, noble y fina.
Te recuerdo Juan y no te culpo si no vienes. Aquí te imaginaré de torero marino encerrándote con seis mozos de agua.
Gracias Gemma y dile a Juan que ahora todos los chocolates ya son de él
Sergio Astorga
Acuarela/papel 20 x 30 cm.
12 comentarios:
Jeje, cuando llegue Juan me avisas, no me quiero perder la reunión.
Yo también me vine al mar pero regreso a tierra si hace falta.
Bravo, bravísimo por tu capacidad de seguir la "estela" de Juan. Y por supuesto gracias a Gemma.
Un abrazo azul.
Esta acuarela también es divina.
Maribel, pues vamos a ver si Gemma quiere hacerle de chaperona. Reunir a Juan y Estela que tienen vidas terminadas es en verdad meterse en camisa de once varas. Pueden caer en simplezas que no tienen valor ninguno. Es todo un reto vital. Cuando Gemma lea todo este embrollo haber que sugiere. Yo le entro.
Un abrazo toreador.
Sergio Astorga
Querido Sergio:
Mira que hay muchos coloridos recuerdos compartidos en un ruedo que ha quedado atrás. Quién sabe si ahora que vuelvan a verse frente a frente este diálogo maravilloso va a reavivar la llama o tendrán que vivir de los recuerdos con Gema, Maribel y el mar como testigos.
Hermosísima esta serie de acuarelas.
Un abrazo muy colorido.
Sergio, me gusta la serenidad y la libertad del fondo del mar que fantásticamente has representado en esta acuarela.
En el ruedo de la vida a veces hay cornadas sin sangre que duelen más que una buena estocada. Hay palabras y gestos que son capaces de poner sombra inmediata en el tendido de sol. A mí me da la impresión que Estela y Juan pueden llegar a ser buenos compañeros de faena. Acaso no se encontraron en el momento adecuado de la corrida ni en la plaza correcta. Los habitantes marinos, a modo de toros mansos, acompañarán a Estela hasta un posible nuevo encuentro. Estela debiera prescindir para esa ocasión del apoderado y de los picadores. Dejarse llevar por el impulso del corazón. Unos ingeniosos pases de pecho, una buena tanda de muletazos para finalizar con una verónica ante un bravo semental, a veces puede valer para salir por la puerta grande. La faena acaba si el toro se queda quieto hasta rematar, para que el toro se rompa con la muleta, como se rompe el mar en el rompeolas, cuando al toro y al mar se les gana terreno. Al fin y al cabo, el toreo, al igual que la vida, no debiera ser huida sino apasionada entrega.
Un abrazo.
Eso está hecho, Sergio. Tantas ganas de ambos no pueden quedarse en nada.
Si cualquiera de los dos necesita que medie ya saben dónde estoy. Encantada estaré de echarles una mano. A ti, en cambio, te mando un abrazo fuerte
Al toro colega! Venga! Un par de doblones y tírate por derecho!
Abrazo recio
María Eugenia, si todo fuera dibujar imaginando todo seria blondo y blando pero, estos conflictos en medio del ruedo, estos envoltorios de palabras y sensaciones no sabemos como terminaran. Parece que la serie de acuarelas y textos están dando un fruto que no tenia previsto.
Gracias por tus comentarios y por involucrarte en este enredo junto con Gemma y Maribel.
Abrazo azul.
Sergio Astorga
Alicia, la serenidad del toro en el campo bravo me parece que debería ser igual si estuviera debajo de la superficie marina.
Veo, mas bien leo, que ya has construido tu propia historia y sus posibles consecuencias, yo la verdad no lo sé. Solo espero ser testigo del desenlace y poderlo contar.
Esa frase que usas al final me trae el recuerdo siempre grato y admirado del maestro Carlos Baldemoro, nuestro Pepe Alameda, uno de los mejores cronistas de toros y poeta y amigo de Federico cuando la hecatombe de la guerra civil. "El toreo no es graciosa huida sino apasionada entrega".
Un abrazo lleno de memorias.
Sergio Astorga
Gemma, todo esta maraña, que si las conoces, que si no, que se encuentran que se despiden, que si son reales o ficticios. Agradezco tu colaboración y vamos a ver que pasa en su encuentro o encontronazo.
Yo te mando otro fuerte abrazo por propiciar tan rico dialogo.
Sergio Astorga
Juan Jes, enigmática imagen tienes en tu perfil, Parece Tamayo pero no es.
Un par de doblones por el lado izquierdo uno por el derecho un pase de pitón a pitón y listos para entrar recibiendo. Todo por la suerte natural para que no exista duda.
Abrazo en el tercio.
Sergio Astorga
Desde luego el toro es más noble, avisa, avisa... y todo se le queda en avisar, porque siempre resulta perdedor, salvo que sean un toro y un torero de agua, agua que lava la sangre, que aplaca el coraje, que mece, que une...
Un abrazo muy fuerte, querido amigo.
Isabel, en los ritos no hay perdida. Hay desánimo o confusión o rechazo. La sangre en una relación tal vez nunca se lava y queda como costra que nos lastima o nos defiende.
Juan y Estela, Estela y Juan se debaten en un drama de sangre profunda.
Yo no sé, solo te cuento.
Un abrazo noble.
Sergio Astorga
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