Afuera, el viento y la lluvia.
El frío en las ramas de los arboles hace tiritar la mañana. Las voces crecen en las baldosas y la neblina se apodera, como una vieja tristeza, de la charla de los pájaros. Tras la ventana, como un refugio paternal, retomo el camino; bajo las escaleras con la vista para encontrarme con el río. La lluvia no desanda el camino y el rústico granito se deja querer por el musgo. Una hoja desprendida turba esa oquedad apacible y todo parece lejanía: nos duelen los oídos pero no queremos mudar de página.
Adentro, el rizo de la espera.
Fotografía: desde el taller de grabado en la Cooperativa Àrvore, Porto, Portugal.