Sus piernas son los cuatro puntos cardinales que echan raíces
en esta invalidez de la memoria.
Sus raíces hunden su técnica telúrica y crecen matriarcales entre flautas y faroles.
En estas horas de paladar sumiso, amadas son las rubias mangas de sus encantos
sin espinas.
Los martes y los lunes tienen su cordillera plana y los arrieros
sudan su cintura al sol.
Es este olor a muslos cartesianos en que hunden su Quevedo en la inmóvil llama de universo.
Cuando caminamos guerreros por una eternidad sin luz, los
sabores son súbitos de pañuelos blancos.
Hay un idioma en todo esto, tan indefenso y sabio que es mínima el agua que lo moja.
Hay un vivir de cuerpo entero que se estira hondo porque nace de una raíz demostrativa.
Remendar al día es un oficio intimo que se hace publico
entre las paredes innumerables de mi cuarto.
Sergio Astorga
Tinta /papel