Calló. No sé si por un sólo trago o muchos sorbos. No sé. Cayó mudo. Rodeado de alcatraces y rosales. No tiene odios en su sangre de bronce y un relámpago nocturno se incendia sin tocar a nadie. Su cielo no tiene patria y de su frente se inscriben todos los rumbos donde el alma se emborracha de ese líquido que lleva en la botella que sostiene en su mano derecha. Perseguido por miradas gélidas, enseña su alas y ese aire de ángel sin derrota. Él no tiene prisa y aunque los cielos en espirales se confunden con la huída, él se queda con el pulso sin prisa y resiste bebiendo ese licor que lo define.
Fotografía: Rapto de Ganimedes, Fernandes de Sá. Jardim de João Chagas, Porto Portugal.