Frases simples por los labios y una sencilla palabra disfraza la sorpresa del de repente; del te dije. Aunque hables días y noches lo que ya te oí tiene su rumbo. No vale la pena cumplir más cuerpos, ni escribir diarios y bitácoras de citas. A lo lejos se distingue el ocre de la tarde, tan natural. Inofensivo.
No me sueltes, lo pienso. Nos perdemos de tanto hablar. Nos contamos bien. Nos señalan porque estamos vivos. No me sueltes, aunque el viento te ensucie el cabello. Platicar es fabular. Las paredes blancas son un buen fondo, absorben nuestros perfiles y se salvan los contornos de las frases.
Comprendo las urgencias, dejemos los cafés un instante, tu irás por una trufa y yo pretextaré ir al baño.
Manía muy familiar sentir que el paseo es parte de la casa. Revolotean esos detalles; lo pesado de tus aguas, el deslumbrante solar de tus estancias y ese dormir entero sin pausas y sin ruido. Antes que volvamos a sentarnos frente a frente, quiero recuperar ese pensar femenino que me inventa. Yo sé que cuando llegues no podré decir nada y el zarpazo del silencio me hará morder la lengua temblorosa.
Ya regresas con dos trufas en la mano.
Creo que volveré a quedarme callado. Por encanto.
Fotografía: Monçaraz, Distrito de Évora, Portugal.