Todo primer plano es elegante si los segundos planos mantienen la tensión entre ellos. Es por eso que nos provoca tanta aflicción ver una ventana enmohecida y un vidrio roto que nos deja atisbar en el último plano la severidad de un muro.
El mapa mental entonces se queda con la material realidad del óxido. La textura se impone como imagen para hacer nido en nuestra recta conciencia. Como si estuviera rota y sucia nuestra camisa.