Sobre la cama se extiende el calor de tu vientre. Sube una
línea de sueño por tu rostro y el
centelleo te tu amapola se apoya en los codos de la noche. La mirada te
descubre de mañana con tu camisa que trasluce el día. Ilesa, nadas entre hogueras
y los terrores de tu infancia caen densos en esa sombra que llevas detrás de la
oreja. Te recorro como adivinanza y de súbito, se derrama mi voz por tus dedos.
Dormir en ti, te lo he dicho, es morir un poco, es olvidarme de mi carne y
convertirme en agua. Rápidamente me despierto cuando saltas de lengua a lengua
y cifras escrituras que no comprendo. Así es tu follaje: aéreo, tan carnal, que
la sangre a borbotones me desnuda. Tendido estoy entre las sabanas; parpadea
enamorada toda la tierra. La garganta se calla por inútil y los racimos de
dudas se rompen a pedazos. Es más humana la piel cuando se frota.
Ya no puedo dudar: la palidez de mis horas se entusiasman
cuando viven en pareja.
Sergio Astorga
Acuarela/papel 20 x 30 cm.