jueves, 22 de enero de 2015

La ciudad y su esqueleto


El esqueleto de una ciudad se sustenta con el tiempo que la construye. No el tiempo que pasa indiferente entre los astros, sí, el tiempo que se pasa de una mano a otra de sus habitantes, sin saber, que construyen su osamenta. Es un riesgo de estilo, un olvido de emociones, pero un rastro firme de su paso. 
El temperamento de una ciudad, escuetamente hablando, se forma con varias capas. Cuando más vemos sus articulados momentos, el horizonte deja de ser insípido y lejano,  para convertirse en un semblante reconocible y habitable.
El ojo abarca las edades y una funeral paciencia reconstruye la historia,  como si el todo fuera ese minúsculo universo que nos toca conciliar.
Rugidos y plegarias afinan el sonido que cada ciudad presume. El aire finge no saber del pasado y se mueve lento, detenido por el rayo de luz y la consciencia. 
La ciudad es un momento estético, sólo así podemos soportar la tristeza de transitar el futuro ocaso ya esperado, porque toda ciudad es un amor que llega tarde, tan empeñados estamos en derrumbarla.

Fotografía: Vista do ponte D. Luis I e a Muralha Fernandina. Porto, Portugal.