Como paraguas vidriado, el frenesí de los destellos se
apacigua. Difícil saber por dónde los ojos encuentran salida. Sordomudos suben
los nervios de acero para estallar en ramificaciones simétricas. Como si fuera
un árbol de la vida, el silbato del comboio (tren) baila en el pináculo. Desde
abajo parecen alas de aves que se engarzan; en estático vuelo resucitan de pureza. No hay muros y el destino es tan quieto, que parece
que la estación de Oriente nos deja presos en una red que detiene al cielo.
Sergio Astorga Fotografía: detalle en la estación Oriente
de Lisboa.