La sombra mortífera aúlla. Ha sido el padre de todos los cánidos. Indócil desde su primer pasado vaga, solitario, en su largo comercio con la luna. El universo es feroz y el reflejo de su cuerpo. Tiene el honor de dudar de los paraísos y de sus colmillos corre la sangre de la historia.
En el oficio de ver los sonidos primarios hay una sensación de pradera y de instinto de rara suerte. Parece que el tiempo se afirma otra vez en el gutural chillido.