Pablito, nació con el siglo. Tatuado por la crisis de la saliva y el latido de la una de la mañana. Su pureza sigue en alto, sollozando como cualquier otro nacido en otro siglo. De pies helados, con el sueño fugitivo se consuela con la conspiración de sus amigos cuando se reúnen al salir del colegio. Todavía no sabe de mujer y por eso duerme a pierna suelta con el sabor de la Vía Lacta entre su almohada.
Como sus contemporáneos, tiene los pensamientos quemados. Ya intuye que si se traga la cantaleta oficial podrá tener un trabajo promisorio.
Sin embargo, Pablito se siente incomodo, algo le empieza a crecer en la cabeza, tal vez sea la adolescencia, motel inconfundible de la rebeldía.
Tinta/papel