Con las ansias naturales de sus líneas blondas y robustos
pómulos han pasado las lunas menguantes y sus dedos ágiles han tocado la espuma
del sobresalto. Sus tardes se han dejado traspasar por las miradas de otras
hembras y finge que su instinto no sabe de las maldiciones que se pegan en las
bocas. Ella, nutritiva, se envuelve con la danza del peligro y se abriga en la
llama de su esplendor secreto.
Sus noches son desiguales, al fin buscadora de amor.
Nunca se cierra el círculo y su fiebre permanece cautiva entre sus brazos. Sus
olores nunca titubean y sin freno, se expanden desnudos para aterrar al macho inútil.
Ella se alimenta de frutos secos y zurce y descose el manto
de la espera y nunca se le ha visto abandonar los telares ni la urdimbre. Sus
huellas siguen el rito eterno de hallar de noche al otro.
Si alguna vez tienes la suerte de encontrarla tendrás que
quitarte las botas y las mañas, y ser un mucho femíneo, como la manzana.
Sergio Astorga
Tinta/papel 20 x 30 cm.