Legendaria es su mirada y por eso nos mira con la superioridad del que se sabe triunfador. Habitante de los trances entre la fiera y la estatuaria su ojo es un dardo que sale disparado para dar certeramente en el blanco. Yo lo espío y espero que no huela el miedo de la sangre. Nunca me dejo llevar por su belleza, por que sé que su estrellado cuerpo no es de cielo.
Confieso que me vuelvo tonto y no atino a distinguir el porqué me deja el ánimo pestífero, si es un simple peluche ganado en buena lid en la feria de San Cristóbal.