lunes, 24 de febrero de 2014

El papel de la princesa y su castillo


Celada por los guardas y sus tres alabaradas, el castillo con sus triunfales formas y su robusta torre daban al cielo un heroico recuerdo de gloria. El azur contrastaba con los caballos venidos de Arabia. Bajo el portón se dejaban ver las heridas de los brillantes y antiguos aceros.
Una dulce niña de preñada belleza miraba pálida, esa libélula que enciende los ojos de luz. Dolida de amor, como toda princesa que quiera llamarse, no encontraba la rima, ni la púrpura mano de la manzana.
Prometida al príncipe de la cara nefasta, quiso en un rapto de dolor abrirse las venas escondida desnuda en su baño. Voluble, la madre le tapó con un velo de seda hasta que aceptó obediente, el papel de su destino. 

La vuelta a la rueca es la misma en cualquier tiempo, así lo atestiguan en cualquier papelería las monografías de los anfibios.

Fotografía Sergio Astorga: Festa das Ruas Floridas, Redondo, (Évora, Alentejo) Portugal.