Cada otoño sube un vapor húmedo que deja la luz con el rostro lavado y lampiño. Se reconoce la caricia de una ciudad cuando se despoja de su temor a ser mirada, no importando que por sus plazas pueda quedar el verso roto o relamido.
Quien mira, deja entrar un cuerpo extraño y a veces sus reflejos aparecen cuando a nosotros nadie nos observa.
Yo sé que las palabras acortan la distancia y hoy que llega el tranvía, puedo regresar a beber una taza de café dentro de casa.
Fotografía: desde el Jardim João Chagas (mas conocido como Jardim da Cordoaria) Porto, Portugal