Bucólico, errante, sin saber que por una efervescencia retórica su condición de fauno o de sátiro quedó mermada. Deambula sereno y triste en las noches sepias de los bosques. Abstemio y casto, ha estado confinado todos esto años a entonar cantos a la luna. Clama por sus derechos perdidos, sin embargo, con la ironía propia de su ADN sus lamentos se rinden ante la costumbre de los que se creen definidos en su ser y estar. Tal vez la pasión amorosa lo rescate en otras mitologías.
Dejo constancia de su imagen por si alguien quiere seguirle el rastro.