Ese pájaro se comió al mundo por sus malas compañías, ¡malhaya! como el joven poeta que babea cuando encuentra al endecasílabo coqueteando con la octava real. Así, lo picó y se lo trago. Se instalaba en el umbral del día. Gorjeaba cifras de planes de vuelo o de canto. Sabía que sus alas eran fuertes. Ejercitadas en los manuales rigurosos de aterrizaje y despegue. La única prueba que tengo de haberse tragado al mundo, mi mundo, es esta levísima sensación de estar representado en un cubo azul y transparente.
Creo que soy mala compañía puesto que me siento incómodo. Torpe, ocupado en encontrar la cuadratura. Soy otro y no me reconozco.
Cautivo al cuadrado, ejerzo mi derecho de contarlo. Salve.