El Señor de los tres soles heredó las alas de Hermes y la fragilidad de las mariposas. Tiene orejas grandes que atraen todas las voces, lo que le provoca dolores de cabeza que mitiga con su sombrero de hojas de laurel. Sus rostro normal es inerme a los exabruptos de algunos ángeles que presumen alas mejor dispuestas.
Con aire pavonado sus tres soles se sostienen gracias al cuerpo flexible de serpiente. El primer sol tiene frases cortas, de lógica severa, ilumina la ausencia de principios. La segunda cabeza levanta un grito al cielo desafiando los principios romos del Universo. La tercera tiene la virtud de la carcajada. Nada es tan grave para detener la sonoridad de su insolencia.
Feliz, en su sustancia, el Señor de los tres soles, estos últimos días anda incomodo. Suplicante, pide la experiencia de un buen zapatero que pueda ser indiferente al vocerío de los soles y pueda ejercer su sabio oficio, y mudar las suelas de los zapatos, que en un aterrizaje forzoso, la bota del pie derecho perdió su tacón y el otro, ya gastado, impiden ejercer su única presunción: aterrizar sin contratiempos.
Si ustedes, tienen conocimiento de un zapatero que sepa de Mitología, por favor entren en contacto en la Avenida Heliopolis número 34, Col. Clavería. El último, quizo modernizar los botines, tratando que quitar las alas y ponerle estoperoles. ¿Se imaginan?