El el primer movimiento la pianista se dejó llevar por la partitura, sus manos tensas se sumergieron en un acorde disminuido y los bemoles acompañaron los medios tonos de su respiración. El auditorio abandonado a la ondulación del ritmo, quedó pensativo, dilatado en un mudo espacio trasparente.
La pianista, como si tuviera el sueño de la roca, su entraña melódica enlazaba la atención adormecida y mansa en un desmayo en Mi, a salvo de las horas.