Un velo de expectación colmaba el escenario. Las
apoyaturas para tal emoción databan de la primera aparición del Dueto en La,
que a pesar de su éxito, seguía presentándose con la simpleza de su presencia.
Sólo Dueto, sociedad que bastaba para recuperar la sonoridad de los
instrumentos. Les gustaba sentirse binarios. A compás.
Con el intervalo justo salieron al escenario y desde ese momento,
su paso con una lectura rítmica impecable, se hizo notorio. A modo mayor
atacaron sus instrumentos. Las semicorcheas aparecieron airosas con un acento
en la sobretónica. El fraseo, impecable, remitía a los bosques vieneses o si lo
prefieren por cuestiones de arraigo regional, nos evocaba al bosque de Tlalpan.
El primer movimiento, un adagio sin contratiempos, se desarrolló
con una acentuación natural que el auditorio agradeció silenciosamente.
Cuando el Dueto en La, acentuando su curvatura formal, se
orientaba a la ejecución de segundo movimiento, un appasionato con ligadura en
La, las corcheas en un crescendo molestaron a la dominante, una redonda en sol,
que de inmediato mudó el compás con un doble bemol; las fusas queriendo frasear
la situación detenían el paso del si. Entraron las semicorcheas, solfeando en
do, blandiendo el stacato como espadín melódico para volver a la tonalidad
indicada en el pentagrama. Sin éxito, la polifonía derivó en un desconcierto
tal, que un tresillo vivace crecía entre las graderías.
Tocata en fuga fuimos saliendo del concierto, en tanto el
Dueto en La, en un tetracorde fortissimo
censuraba la indisciplina en modo mayor.
*Coda final: después de varios días, al pasar por el
Teatro Degollado, lugar de la presentación del Dueto en La, se dejaban ver en
las gárgolas de la entrada, un doble sostenido, vociferando sin matiz, en contra de la llave de Sol.
Sergio Astorga
Acuarela/papel 2o x 30 cm