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Sus barricadas negras en el suburbio y las firmas en apoyo de las rojas manzanas lo hicieron una leyenda. Él negaba. Negaba todo, hasta el día de su nacimiento. Sabía que le convenía el fraude del libro abierto y su cursilería nunca fue de oficina. Como bala perdida contaba su vida. Yo lo miraba, tomábamos café y nunca lo vi con intenciones suicidas. Yo también niego, él se fue por aburrido. Duró lo que tenía que durar. Se fue con esa Venus de cenicienta. Derrochando sus alcobas vacías, así lo recuerdo. A ver si aprendo.