De semblante dulce, apacible como como el sabor del amaranto, el Sr. Basilio, se aparece. Si hay algo que en su niñez pudo aprender, fue ese curvo principio de asentar bien los pies sobre la tierra. Las huidas, los cambios, los hizo sin bulla, con la discreción del caminante, porque sabe que la llegada es la noticia de otra partida.
Si hay algo de amargo, se lo debe a esas tardes quebradas, estériles, de la culpa. Es pronto para decir que la suma de sus caminos hacen comestibles sus palabras.
Si lo miras, no se te olvide darle un poco de agua, que el éxodo para él nunca termina porque la noche no lo hidrata.