Fue una mañana brumosa y fría. Desde los ocho años hasta los diecisiete, en la contra esquina de la estación de trenes São Bento, voceaba:
¡Extra! ¡Extra! La Condesa murió en el lecho de su madre como esos chopos del río.
¡Extra !¡Extra! encontraron al niño perdido con el corazón hinchado y la cabeza y el hombro. Se sospecha de la abuela materna.
¡Extra! ¡Extra! se fugó el banquero con todos lo ahorros, lo han visto en las Islas Caimán.
Fundido en el paisaje urbano o ardina (vendedor de periódicos) se convirtió en noticia cuando fue atropellado por un automovilista en una mala maniobra.
¡Extra! ¡Extra! Hubiera gritado. Vendedor de periódicos atropellado frente a la igreja dos Congregados. Fue enterrado en la fosa común.
Los transeúntes extrañaban su vocerío matutino. Mediante una cooperación y en base a retratos hablados consiguieron que un escultor inmortalizara en bronce, a tamaño natural, esa presencia inmutable.
Lo recuerdo, era una mañana brumosa y fría.
Fotografía: O Ardina, escultura de Manuel Dias, Praça da Liberdade, Porto Portugal