
La foca hundía su mordedura por el cuerpo de la morsa entre algas marrones. La costa era lejana y el faro inútil al medio día, esperaba las sombras para recuperar el tacto. Las perpetuas olas sonaban a trenes submarinos y la espuma encadenaba la blancura en la orilla.
El océano y el viento silbaban el marino amor sacudiendo entre las mentes: el cristal veleidoso de los géneros.
Ya sin timón, cuando el marino amor prospera, en la arena se dibuja un mapa, por ventura, que marca para otros marinos la manera de encallar el desencanto.
Sergio Astorga
Sergio Astorga
Acuarela/papel 14 x 19 cm.