sábado, 24 de julio de 2010

Al Andafuz

Ese moverse suyo por las tierras, contrastaba con la plegaria de la zarza y el movimiento escabroso de las doncellas, que arteras, robaban los candelabros del templo hasta provocar la ira del monarca.
Al Andafuz, era un elegido. Un indómito que recorrió mezquitas agudas y sabias.
La daga rojiza surcó por mil cabezas con ese doble filo del triunfo y el fracaso y se escuchaban en los funerales de los pueblos la mediodía de su grupa triunfante. Gentes de a pie lo decían: ningún trono valía, ni sermón, ni montaña, ni luna, sino se gozaba su historia contada por aedos o mercaderes acuciosos.
Algunas huestes en pánico, huyeron torpes y viscosas por el infortunio, junto al canto de mujeres que lavaban su ropa en el río.
La ciudades conquistadas duermen opulentas y solo donde el paso de Al Andafuz dejó su sombra prosperan.

De su gloria ha quedado, como emboscada, al paso de las caravanas coetáneas, esta inscripción en el muro mas alto a la entrada de la ciudad: "Por encima de las palabras no hay nada en esta patética familia de hombres".
Sergio Astorga


Tinta/papel 20 x 30 cm.