Para los días enmascarados
no hay como el árbol.
Vestidura de un rostro.
Un sello de fibra.
La resina cubre
palabras distintas
al trueno y al granizo.
Uno se inventa una cara,
las arrugas del rostro
no tienen fin
como la copa
de los árboles mentales.
Son demasiado reales
los latidos de la madera.
Lenguaje que se calcina
fácilmente como las ramas secas.
En los días enmascarados,
la semana es circular
y una masa borrosa
las horas.
De aire y luz
se va oscureciendo la madera.
Todo es elusivo
como esta pausa que se incendia.
Fotografía: Sala de Máscaras Africanas do Museu José de Guimarães, Guimarães, Portugal.