En la mañana, ajena al mar revoloteaba como mal ladrón por los botes de basura de la ciudad. Quisiera picar, hacer pedacitos las bolsas de plástico, pero es imposible, imprudente, tóxico.
Quisiera yo, junto a mi hermano, suplicar a las autoridades del puerto para que dejen pescar a los pescadores y las gaviotas puedan comer. Este corazón se siente triste, arrugado, que me roben mi basura, mi comida, es no tener respeto a mi especie.
Si no tuviese hambre, compartiría. Lo juro.