Dice la morsa que se quería casar. El pulpo meditabundo le advirtió que había muchas viudas marineras. Que lo pensara bien.
La morsa enamorada buscaba una barca para dar la vuelta con su amada porque no sabía nadar. Arpones de fina punta doblaron su padecer.
Ni el canto de la sirena ni la advertencia del pulpo pudieron disuadir la terquedad amatoria.
La barca navega con pescadores cantando a otros amores que los esperan en tierra.
La mañana -se me olvidaba decirles- estaba fría como es costumbre en la mar.