Todas las inauguraciones
tienen el sabor de la incógnita. Se levanta el ánimo y no cesa de preguntar la
hora. Como un cuerpo de muchas manos un frio nos corre por la sangre. Nunca se
sabe si esa multitud de ojos podrán detenerse a mirar. Nunca se sabe si la indiferencia
crece y crece. Una fortuna si alguien se detiene a conversar con lo que ve.
Es impalpable ese
mundo. La jerarquía de los sentidos sustenta esta otra arquitectura y todos los
que estamos exponiendo nos miramos las caras confundidos.
Son las alternancias
de lo vivo. El espacio se colma de presencias y el rio Tejo sigue su rumbo, impasible.