En la pubertad del
cielo, los contrastes perfilan el esplendor de las líneas rectas. La estación
oriente donde el convoy de trenes llega al Parque de las Naciones, el paisaje
de Calatrava se eleva en el voceo del aire. Lisboa parece otra, con una novedad
que le es extraña. Las montañas son metálicas y su alfabeto es duro. Se cuelgan
los tatuajes de la noche anterior para que una cascada de luz los reinvente. La
obsesión no acaba nunca y se cuenta a sí misma una y otra vez como si arara
todos los días su reinado. Las sombras y la luces se afilan y van al encuentro
de un aquí que no se mueve. Parecen colmillos sus soportes y sus huesos inquebrantables
forman un lenguaje que se fractura al no encontrar su centro. Nos parece, al
sentir la cercanía del río Tejo, que una gran embarcación está a punto de zarpar,
sonámbula, persiguiendo su propia estructura. Perdida en su propia inmensidad.
Sergio Astorga Fotografía
entrada a la estación Oriente. Lisboa.