La orfandad de la tarde me trae, como la
hierba muerta, aspiraciones de porvenir. Entre silencios furiosos me veo
escribir de nueva cuenta encorvado entre lámparas blancas. Es un lujo mirar que
el rincón del monologo sigue intacto y mirar al himno espeso interrogando a la memoria las formas del precipicio. Volver a la llanura
de la página con la pluralidad de desconcierto y el testuz altivo buscando los
prodigios de la letra.
Confieso que no he podido ser pájaro ni espejo y que
regreso como caracol en humedades. No hay fabula que no regrese y palpite
transparente.
La cortina se abre después de un
instante que pareció eterno. Con
sus pies descalzos, el ladrillo retoma sus sonidos
y desde el balcón retorna el cuerpo de las cosas.
Sergio AstorgaTinta/papel 20 x30 cm.