Como si fuera arrecife, a Margarita le crecía la barriga como todo buen cuerpo de naufragio. El murmullo de sus venas y el perfume de su lengua puso casa y no dejaba que creciera la yerba. El día de sus nupcias guardó, desnuda, esa lumbre de luna amarilla que le crecía cada hora.
Las pisadas oscuras vaticinaron heridas y cadenas, ella los hizo callar subiendo las escaleras, esas, las que llegan hasta la azotea, donde la ropa se airea. Ella no tiene culpa porque el amor le crece cuando mete los pies en el agua.
Margarita, esta linda con su panza redonda como torre de vigía.