La solitaria calle que le queda la lleva en su memoria. Las golondrinas y el musgo de las piedras tienen una letanía en su mirada. Su juventud primera, porque tiene varias, fue de dicha verdadera, sólida pero quimérica. La emoción se le sube a la cabeza como si estuviera en el quinto piso de su edificio, donde en homenaje a sus hermanas, cada piso tiene un nombre distinto.
Seguramente todo sigue igual, yo lo dejé de ver en el quinto grado de la escuela, no recuerdo su edad, pero desde ese tiempo, mayor que yo, tenía esa manía de edificio de departamentos.
En la guía no aparece la palabra de su calle, sólo el nombre de sus pisos. El piso dos, llamado Laura lo he visto deshabitado ayer que pasé y alcé la vista. Si alguien sabe el apellido de Laura, díganme que ya no aguanto la incertidumbre