Repentinamente las
dio. No tuvo mérito. Una parte de su tragedia se basaba en su capacidad de
adelantarse a todos. Aparecía en cualquier reunión y arrebataba las miradas.
Por razones obvias, despertó enmarañados resentimientos.
Se fue asfixiando
poco a poco ese aire de triunfo y el mantel de las frases incendiarias se
fueron apagando entre copas de vino. No hubo venganzas entramadas. Ni frívolas
disculpas. Esa mañana, como una red de prefijos que se van a amontonando, tuvo
que darlas.
Nunca más volverán
sus pies a pisar con firmeza.
Mixta sobre papel
20 x 30 cm.