El latir del muro es real. En el centro una pausa, una escritura del instante. Una realidad sin certeza. De un muro a otro la ciudad conversa. Se desvanecen sus signos a plena sombra. La cara del muro se inventa cuando un grafiti lo invade. Nunca sabremos porqué el muro no detiene nada. El agua escurre, el viento pasa y nosotros murmuramos la rapidez del tiempo.
Dudar de lo que vemos es real por eso distraídamente lo inventamos.