El gesto de un rostro comienza con la R vibrante de pájaro. Su palio lo ha perdido por cuestiones de juego a los dados. Bajo múltiples advocaciones de su madre portuguesa, se aparejó al viento que oficiante, entona un requiem en fa sostenido.
Fugazmente su amigo, el mexicano, le crece el silencio y le envía un adiós en rama que lo conmueve.