Coqueto hasta su última pluma se encrespaba por cualquier motivo, ya porque el gallinero no estuviese lo suficientemente aireado o las semillas estuvieran regadas por todo el piso. Sin embargo, no era motivo para enfriar esos ojitos soñadores que iluminaban el amanecer gallináceo hasta el delirio. Su canto alumbraba, no cabía duda.
Su rutina cantadora parecía no dejar espacio para la contrariedad hasta que una jarra pizpireta atrajo las miradas del vecindario.
- Dame de tu agua - reclamó el gallo.
- Con esas maneras ni lo pienses - respondió la jarra alargando su cuello.
- Aquí el que indica las maneras soy yo. Que por eso me llaman el gallo de la pasión.
- Pues agua no te daré - sentenció la jarra.
Alborotado el gallinero, se llenaba el buche de piedritas. Esas puntadas de faisán les causaban sorpresa. Porque hubo un tiempo, cuando los faisanes dominaban el mundo conocido, el gusto lo marcaba la faisanada.
La lucha duró varios meses; ni el gallo ni la jarra concedieron un poco en su arrogancia. El día comenzó a retardarse porque el gallo dejó de cantar y las lenguas comenzaron a secarse a falta de agua. Se formó una comisión con las gallinas más expertas en interpretar el lenguaje no verbal.
Con explosivas refutaciones se llegó a la conclusión de darles un día conmemorativo para cada uno. Así, en los primeros días de diciembre se celebra la fiesta del gallo y en los primeros días de enero la jarra celebra su fiesta.
- Mi fiesta el la mejor - presumía el gallo. Festeja el final de un año emplumado.
- Mientes, la mía es la mejor, celebra el inicio de la esperanza y todos saben que la esperanza tiene sed - jactanciosa la jarra se mojaba los labios.
Se volvió a reunir una comisión, ahora experta en efemérides. Como había pocas expertas gallinas en la comunidad, se abrió una convocatoria internacional que recibirá registros hasta el 2 de febrero, día de la Candelaria. Si usted esta interesado puede registrarse en el kilómetro 17 de la carretera IC 45. Favor de llevar agua suficiente. No se aceptan radios ni iPods.