No le importó el bióxido de carbono en los pulmones ni la sin razón de su infelicidad. Lo que lo tenía vegetando era ese patap patap constante de la radio; el bullicio, el dolor de estómago y esas alarmas de contingencia ambiental. Quería su refugio y esa sorpresa cotidiana de ser querido.
Esta bien, se decía. Todo está bien, se decía tomando la sonda con la mano derecha. Nadie lo tiene todo, se convencía. El cielo raso indicaba que de un momento a otro su mente encontraría consuelo en alguna onomatopeya.