Acodada al barandal de los años ves tus imágenes recorrerte
y no te reflejas en ellas, porque es más ancho el olvido que te has forjado. Desengáñate,
la casa la tienes que limpiar tú, secar
los charcos y con la zozobra de tus dedos vacios volver a llenar de presencias
tu cuarto propio. No hay adioses y el silencio que no callas crecerá como violeta
robusta.
Las evidencias no son falsas. Los espejos son testigos de las miradas que vuelves
a encontrar turbias e insanas y, te sientes sola.
“Sí, me siento sola. No voy a esconderme de nuevo, yo no
soy sumisa y me revelo aunque tenga que
arañar los recuerdos que se expanden en mi pecho, desmesurados, quemantes. Hablar
de perdón me sabe a perfidia. Rabia sí, si hay rabia. ¿Cómo perdonar su abandono
¿Dónde estaban cuando me quedaba sola esperando en las escaleras, o cuidando a
una jauría de primos y hermanos? ¿Dónde? Te revolcabas con el hermano de tu
esposo y tú, engañado, esperas a saber y
te haces cómplice. ¡Claro todo es entre hermanos! ¿Están satisfechos? ¿Siguen compartiendo sus
logros? Rabia, sí, mucha rabia. ¿Cómo pueden mirar de frente? No les importó
destruir vidas, porqué me va interesar la suya. No hay perdón ni venganza. Voy
a cerrar la puerta para de nuevo mirar como florece la vida de verdad. La casa
paterna o materna ha sido una farsa”.
Allí estas con tu maleta en la mano. Contemplas el rio
que pasa por los siete puentes. El caos de tu mente toma el cause rio arriba. Te
sientes inédita. El centro del mundo vuelve a estar en tu ombligo. No articulas
nombre alguno. Jalas el futuro para otra orilla. No deambules, no te quiebres.
Te reconoces distinta; fiel a ti, a tu
centro de masa. El insomnio de amor esta en otro lado. El limite no esta en tu
sombra.
Sergio Astorga
Acuarela/papel 54 x 68