La niña del círculo del punto rojo suspira instantes sonámbulos y transparentes. Se canta bajo su espejo calcinado la historia del príncipe de chocolate que se derritió de amor. Ella no sabe de alas, ni de la historia del fuego; ni el cuento de la manzana ponzoñosa. Ella ríe con su sonrisa cuadrada y no se remuerde los días porque no le duele nada. De su cintura abierta pasa el eco y no regresa. Ella sabe que es moneda de oro lo que entra por sus ojos. Es tan puro el silencio que la misma luz se curva embelesada y de su muro cuerpo se dibuja el jaspe y la alegoría del agua.
Hablo de ella, de la niña del punto rojo, de esa, de la otra que eres y no te das por enterada.
Sergio Astorga
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